Fue un caluroso y despejado sábado de Primavera. Minutos después de las 11:30 horas, decidimos ingresar con mi esposa y nuestra pequeña hija al Mercado Agrícola de Montevideo.

La intención era comprar una pizza y un refresco para la niña y hacer uso del baño antes de continuar nuestro periplo.

Fue así que nos dirigimos a la plaza de comidas e ingresamos al mostrador de un local cuyas mesas estaban despobladas al igual que su pequeña barra que se anteponía al horno de leña.

"Buenos días, queremos una pizza y un refresco para llevar", le dije al empleado con gorro y remera inmaculadamente blancas.

"Está cerrado, abrimos a las 12:00", respondió lacónico, el joven con acento caribeño.

"Gracias", respondí forzado y sorprendido por la respuesta.

La pizza no pudo ser aunque si unos deliciosos sandwiches frescos de otro local que en ese momento si estaba abierto a los comensales.

Mientras nuestra hija saboreaba sin prisa su bocadillo me detuve a observar el entorno. Prevalecían los turistas extranjeros, parejas de adultos que miraban la estructura y los productos a la venta con ojos de quien descubre un pintoresco y recomendable rincón de la ciudad.

Hubiera sido más difícil de entender, aún para alguno de esos visitantes, cómo es que un restaurante que integra el circuito de paseos de los buses turísticos está "fechado" o "closed".

Lamentablemente, esa pizzería también integra el 3,6% de comercios cerrados que los turistas de cruceros, que descendieron en Montevideo en la temporada 2015-2016, señalaron como principal motivo de desagrado, según los sondeos realizados por el Ministerio de Turismo.